Juego a
imaginar lo que tiene que ser abrir una vía, una ruta de exploración nunca
antes realizada por nadie. Saber, imaginar más bien, que está ahí delante y no
tener mapa, no tener ninguna referencia anterior; sólo la certeza del
convencimiento. Juego a imaginar todo eso porque pienso en lo que sentí en la
ruta de hace unos días y hago las traslaciones a la mente de los grandes
aventureros, los descubridores, los que ven sin ver. Yo abrí mi vía particular,
una que llevo años intentando hacer y nunca lo había conseguido -ni en bici ni andando-. No sabía la
longitud, la dificultad, la ciclabilidad; pero sabía que pasaba al otro lado,
al otro valle. Por eso no me gusta usar más que lo necesario el GPS, las
moderneces que hoy evidencian todo: se pierde el sentido de viaje, de aventura.
Ese día crucé
tres valles y subí un alto que nunca había subido más que a pie: el de Guisop.
Y regresé a casa sintiéndome un poco aventurero.
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