el 3º C

La salida de ayer fue grandiosa en todos los sentidos. Zeus, cinco y poco de la tarde de un junio con temperatura ideal, bien dormido, cuatro horas por delante, etc. El resultado: unos quince minutos y a casa. Un mal cuerpo de aúpa, una mente que no tiraba un santo pedaleo y una astenia primaveral -vamos a llamarla así- del quince. Al regresar a casa no encontré ni las llaves de la misma. Sic. Adjunto documento fotográfico del cartel que me encontré en la pared del ascensor cuando, tres horas después de mi regreso, conseguí salir a la calle, esta vez a pie. Me presenté en el 3ºC sin saber qué buscaba pero convencido de que, fuera lo que fuera, el propietario de la pérdida era yo. Ante la lógica pregunta del vecino, ¿qué has perdido?, mi respuesta fue: no lo sé, pero seguro que es mío. Debió de ser mi cara de tal convencimiento que el hombre me sacó su hallazgo, mi bomba de mano que, oh misterio, oh Juan Tamariz, nada por acá, nada por allá, tachán, la portaba en el interior de mi mochila de rutas. Cómo logró huir la bomba de su celda y alcanzar, siquiera momentáneamente, una libertad condicional es algo que no logro desentrañar. Tampoco me preocupa mucho, la verdad. El relato es bien goloso sin entender del todo sus partes: la astenia, la gran evasión, el vecino al que no había visto en mi vida, la sintaxis perfecta y concisa de la nota, la q mayúscula, una bicicleta al fondo del pasillo de entrada del 3ºC, la desaparición de las llaves, la inminente aproximación del fuego.



Guardo la nota. Algo se me ocurrirá.




No hay comentarios:

Publicar un comentario