Diciembre de 2013 y no se me ocurre otra cosa que levantarme pronto -Madrid-, coger el cercanías hasta Collado Villalba con la Zeus dentro, montarla en la misma estación, pasar Navacerrada, comer en un lugar de referencia en el centro de Segovia -el restaurante del Hotel San Miguel- un menú como dios manda, con sus judiones de La Granja, y volver a coger la bici, subir de nuevo Navacerrada, esta vez por las siete revueltas, y bajar hasta Collado Villalba. Llegué de noche y el tramo final de ascenso del puerto de vuelta lo hice andando. Mucho silencio -era entre semana- sólo interrumpido por la nieve que se desprendía de los árboles y caía.
En total, unos 112 km, un puerto de montaña de primera categoría por sus dos caras, unos parajes impresionantes y una proeza teñida de imprudencia. La Bola del Mundo queda para otra ocasión y, sobre todo, para una estación no invernal.
En la cima del puerto, a la ida:
En la entrada de Segovia, apoyada bajo el acueducto:
Uno de mis escaparates preferido en el centro de Segovia:
También en el centro, el extinto y por siempre recordado El oso blanco, mítico lugar que tuvimos la inmensa fortuna de conocer antes de su cierre.
El patio interior del hotel donde descansó la Zeus mientras un servidor se ponía a gusto en el restaurante:
La isotónica de naranja, arriba a la izquierda; las gafas de sol, la copa de vino y el monumento presidiendo; no faltó el pan.
Y el regreso, duro, ciertamente:
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