conveniencia del reposo en la digestión

Dentro de poco hará un año que G. y yo no coincidíamos en una ruta. Así son las inercias en las que uno se mete, de forma consciente o no. Hoy, casi sin previo aviso, hemos vuelto a hacer una, esta vez por tierras murcianas. Hemos partido de su casa -La Albatalía- y nos hemos subido casi al Relojero; de ahí, por debajo de la autovía que une Murcia con Cartagena, hemos cruzado a la otra sierra, Carrascoy, y ahí nos hemos encaramado a la cima del Matahombres por la cara más, digamos, amable. Descenso vertiginoso luego y de vuelta a casa. La ruta es una preciosidad y tiene esa característica que tanto añoro en Alicante: la proximidad de la ciudad. Por el camino muy poca gente y los ciclistas que nos hemos cruzado, todos ellos de los que entrenan habitualmente. Un lujo. El descenso merece la pena verlo en vídeo. En la red hay varios colgados donde se aprecian sus curvas de casi 180º. Al regresar hemos hecho una parada técnica en el Ateneo huertano Los pájaros, al que hace mucho que no iba, un lugar maravilloso entre limoneros. 
El único pero que le encuentro a la ruta de hoy es que no me he encontrado muy bien subiéndola; quizás tenga algo que ver que he terminado de comer aquí una hora antes y lo he dado todo: de primero, la olla de cerdo con sus garbanzos, de los cuales no ha salido ni uno vivo; de segundo, el arroz y verduras, con su abundante coliflor; de postre, por suavizar algo, piña natural. El monte ha asistido esta tarde a un concierto sin par; el alivio de gases ha sido por chimenea, no por tubo de escape. Hay testigo.
Por orden cronológico:












Por la mañana había llovido pero no llegamos a encontrar barro. El aire estaba muy limpio. Cuando regresábamos la luz era la preferida.

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