Pensaba en esos dos títulos mientras me dirigía al alojamiento. Se quedaron marcados en mi memoria emocional con escasos veinte y los uní: La soledad sonora y La soledad era esto.
Volví de nuevo solo al lugar al
cual acudí hace escasas semanas; de aquel viaje, de aquella ruta, no dejé
recuerdo en este cuaderno, como tampoco de tantas en los últimos meses. Señales
de premura. Pero de este sí voy a dejar registro. Quizás más adelante actualice
los atrasos, quizás no; lo importante es que este no se escapa. Lo voy a hacer
de forma inusual respecto a cómo funciono en este cuaderno. En esta entrada
sólo hay esto: la interioridad de la capilla, el preámbulo, los prolegómenos,
la música que suena: Luis Salinas y William Galison, por ejemplo.
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